España

"Toledo nos recibió en el Puente de San Martín con la leyenda del Alarife y su esposa. Entrábamos por una ciudad que rezuma historia y misterios. Habíamos oído hablar de otra leyenda toledana: Ana Alcaide, una artista del nickelharpa, que además de tocar en conciertos y festivales internacionales, deleita con su música sefardí a los paseantes de Toledo, ¡como tuvimos la suerte de ver! Seguimos zigzaguenado lentamente por las calles, dejando atrás la música y el centro, para llegar al Alcázar. Después de visitarlo, nos llevó aún un buen rato rodearlo, pues no dejábamos de admirar sus distintos estilos y las maravillosas vistas sobre la ciudad. Se acercaba la hora de comer, así que bajamos dando un paseo hasta llegar al restaurante vegetariano Madre Tierra. La ciudad resultaba más grande de lo que creímos y solo teníamos tres días para visitarla, así que pensamos en alquilar algún guía. Casualmente, a pocos metros del restaurante se encontraba la empresa Rutas de Toledo. Visitas subterráneas, rutas nocturnas con leyendas y misterios, rutas temáticas. ¡Con ellos íbamos a descubrir toda la magia e historia de Toledo! Por la noche, después de nuestra primera ruta, el sonido de nuestros pasos por el empedrado de las estrechísimas calles aumentó la sensación de misterio que desprende esta ciudad. En la Tetería Cristo de la Cruz (Calle Cristo de la Luz, 13) degustamos un riquísimo cuscús y, ante un delicioso té de hierbabuena, decidimos que haríamos una ruta en bicicleta. En el mismo sitio donde alquilamos las bicicletas (Anticiclón), nos informaron sobre las opciones para explorar la naturaleza de los alrededores de Toledo. Escogimos la Ruta del Quijote, que nos llevó por parajes preciosos. Aunque no dejamos pasar la oportunidad de rodear una parte de Toledo por el Tajo. Nuestro último día, exhaustos de callejear y pedalear, fue más relajado. En coche, visitamos varios pueblos de los alrededores (Toboso, Consuegra y Guadamur) y, después de admirar varios cigarrales por el camino, comimos en el Parador de Toledo. Aunque estuvimos de lujo en nuestro B&B Ático-terraza Imperial, alojarse en ese espectacular parador debe de ser toda una experiencia."

"La casa real de los Austrias se sintió cómoda en Madrid y decidió establecer la ciudad como capital del reino (siglo xvi). Sus palacios y residencias no podían prescindir de jardines a la francesa para disfrute y recreo de la nobleza, y esa fue la principal razón por la que construyeron el ***parque del Buen Retiro***. Pasar un día en este parque es el mejor de los planes para percibir la vida de Madrid. Comenzaremos nuestra visita por la entrada de la plaza de la Independencia, tras admirar la Puerta de Alcalá, construida por Carlos III a finales del siglo xviii, y símbolo de la capital. Dentro del parque, nos perderemos por sus caminos para encontrar arquitecturas como el Palacio de Cristal, construido en 1887 en vidrio y hierro a modo de invernadero, o la Casa de Fieras, que albergó el zoológico de la capital hasta el año 1972, hoy convertida en sala de exposiciones, al igual que la Casa de Vacas. Hay paseos plagados de esculturas barrocas, que se trasladaron al parque desde el Palacio Real por miedo a que cayeran de su cornisa, e incluso una alegoría al diablo. La fuente del Ángel Caído es una de las pocas representaciones de este personaje que existen en el mundo. Sin salir del parque, podremos disfrutar también de restaurantes con mesas al aire libre, en los que comer un bocadillo o incluso platos más suculentos. ¿Qué hace el español después de almorzar? La siesta. No es que el parque nos permita dormir –o sí–, pero sí podremos relajarnos entre sus árboles y jardines, como el de Cecilio Rodríguez o el Bosque del Recuerdo, que conmemora a las víctimas del atentado sufrido por la ciudad el 11 de marzo de 2004, o –por qué no– alquilar una barca y disfrutar de los rayos del sol al caer de la tarde, en el famoso estanque del parque (6 €)."